Un millón de
computadoras que se tiran a la basura
Cada porteño produce 7 kg de residuos electrónicos al año; sólo un 10%
de ese total se recicla
Isabel Pereyra trabaja en una de las pocas
cooperativas que se dedican al reciclaje electrónico. Foto: Oliver
Kornblihtt / AFV
Diez millones de teléfonos celulares fueron a la
basura durante 2011. Un millón de computadoras y otro millón de impresoras
tuvieron el mismo destino. Para este año se calcula que serán casi dos millones
las computadoras que quedarán fuera de servicio. Cada habitante de la ciudad de
Buenos Aires -algo así como tres millones de personas- generó siete kilos de
basura electrónica. Y lo
grave es que nadie sabe qué hacer con ella.
Este tipo de residuos se han convertido en un
problema, especialmente en la ciudad de Buenos Aires, donde lo que marcha al
container de la esquina o al desván suma unas 20.000 toneladas por año. Para
darse una idea, el promedio del país alcanza los 3 kg por año.
La situación se torna más preocupante si se tiene en
cuenta que, a pesar de que la renovación tecnológica y su consumo son cada día
más vertiginosos, la
política respecto de este desafío ambiental está ausente en la Argentina.
Alrededor de la mitad de estos desechos quedan
apilados y olvidados en oficinas, hogares, entes públicos o depósitos; más del
40% se entierra o se descarta en basurales y rellenos, y apenas el 10% ingresa
en esquemas informales o formales de gestión de residuos, según un informe
realizado por la filial local de Greenpeace. "Esto representa un derroche
de recursos que podrían recuperarse, además de una alta fuente de
contaminación", destaca el documento.
Si bien el celular, el monitor o la PC no contaminan
mientras están almacenados, cuando se mezclan con el resto de la basura y se
rompen, esos metales tóxicos se desprenden y provocan daños ambientales.
Es por estas razones que ayer Greenpeace reclamó por
una norma que se debate en el Congreso desde hace cuatro años. "La basura electrónica es
la porción más tóxica de los residuos y la que más rápido está creciendo.
Existe un proyecto de ley para dar tratamiento adecuado a este tipo de basura y
los diputados no la debaten, a pesar de la urgencia", señaló
Consuelo Bilbao, coordinadora de la Unidad Política de Greenpeace, quien señaló
que en 90 días perderá estado parlamentario la iniciativa.
Es por eso que la ONG convocó a la ciudadanía a
comunicarse al (011) 4000-5580, el
"teléfono rojo" de Greenpeace. Las llamadas son derivadas
directamente a los despachos de los diputados que deben dar tratamiento al
proyecto.
José Barrera está al frente de la cooperativa La Toma
del Sur, que funciona en Dock Sud en Avellaneda. Desde 2007, junto a otras 20
personas, trabajan recuperando y reparando computadoras usadas para luego armar
aulas de computación en escuelas y comedores del distrito.
"Este año habrá 1.850.000 computadoras que salen
del mercado por obsoletas. Hoy no hay una ley que establezca qué hacer con esos
residuos. Es necesaria una norma que ordene la actividad", dijo a LA
NACION.
La recuperación de computadoras y el armado de aulas
virtuales también los han realizado en otros municipios: "Ya reciclamos PC
para Quilmes y ahora estamos trabajando para proveer al municipio de
Olavarría", agrega Barrera, que explica que los operarios se capacitaron y
estudiaron para poder hacer la tarea. "Empezamos como cartoneros, pero
ahora nos perfeccionamos", agregó.
Lo que no se puede recuperar, como las placas de las
computadoras, lo entregan a Silkers, una de las tres compañías que realizan
esta actividad en el país.
Las plaquetas que están dentro de las CPU de las
computadoras tienen metales como plata, oro, cobre, aluminio y tierras raras.
Estas últimas, compuestas por una serie de metales, son utilizadas para
fabricar productos de alta tecnología, como pantallas de LED, componentes para
autos, imanes y baterías recargables, entre otros. China, varios países
europeos y los Estados Unidos se disputan este mercado para la fabricación de
estos aparatos.
Esto significa
que los residuos eléctricos y electrónicos tienen un alto valor económico. Sin
embargo, la industria del reciclado de minerales por este medio no cuenta con
una legislación para su promoción, como sí goza la minería tradicional. Según las empresas que realizan este tipo de recuperación, el 2% del
material que reciben puede ser exportado. El problema es que la mayor parte de
esta basura va a parar a los rellenos sanitarios.
El problema con este tipo de residuos es global. El
Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) calcula que
anualmente se generan hasta 50 millones de toneladas de aparatos electrónicos
que son desechados.
Según ese trabajo, el material desechado contiene más
de 700 elementos, como plomo, cadmio y litio, la mitad de ellos, nocivos para
la salud.